domingo, 1 de febrero de 2009

133, el vértigo del placer.


133 es ese peluche que te gustaría estar acariciando siempre. De ella me quedo con su voz, que te envuelve en una atmósfera de tranquilidad y lujo de espíritu, pero ese susurro es sólo el anzuelo que su naturaleza usa para cazarte. Si dejas que caiga sobre tí su sonrisa, no puedes evitar querer rendirte a sus abrazos, y ahí estás perdido. Cuando entras en contacto con ella, sientes que te quieres quedar a vivir junto a su piel para siempre, sin descanso, embriagándote de la locura de su cuerpo. Ni siquiera el éxtasis te permitirá pedir un poco de aire, tu voluntad se ha colapsado y somete su cuerpo a su figura, buscando el cobijo que ella muestra pero no quiere.
Esta asesina de voluntades guarda sin embargo una desconcertante naturaleza depredadora. En realidad no busca destrozar a sus víctimas, busca sus propios límites porque es ahí donde encuentra su paz, pero esa paz vive dentro de la más destructiva de las tormentas, y hasta allí nos conduce a los que caemos en sus brazos, viendo impotentes la mayoría, cómo ella se derrumba sin consuelo porque no logramos recorrer el último tramo de su deslumbrante y fatal escalera de placer.
Probablemente debería cocinar su manjar de placer en los fogones del cariño, a fuego lento, como las más pacientes mermeladas caseras terminan hirviendo e invaden con su aroma toda la casa.

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