viernes, 6 de febrero de 2009

Abusadores

El modesto edificio de barriada donde vivía cuando era un niño era como un auditorio. Sonoridad perfecta. Se podían oir todas las discusiones, todos los odios, todos los amores que gestaba aquel gigante. Yo no podía hacer otra cosa que escuchar y aprender.
Uno de sus moradores se pasaba el día en el bar del barrio, siempre con el punto etílico necesario para poder echarle la culpa de todo a todos, incluyendo a los suyos. La diferencia estaba en que en el bar todos abusaban de su debilidad, y al regresar a casa, se cobraba la deuda que causaba su impotencia e ineptitud con los suyos. Lo curioso era comprobar cómo su mujer defendía su integridad en público. A mi madre no le gustaba que la oyese disertar sobre lo que ella deseaba que fuese su vida, dándolo como un hecho.
Se abusa con la violencia física, pero también con el chantaje emocional, que es infinitamente más dañino que el físico, puesto que el primero dura lo que dura la agresión y los cardenales que provoca ésta, pero el chantaje emocional socava tu integridad para el resto de tu vida, al menos hasta que alguien cualificado exorcise a ese demonio.
Es más, muchas veces el castigo emocional continuado provoca en el agresor una sensación de impunidad que le anima a traspasar la barrera de la palabra para tomar posesión de su víctima en forma de agresión física, y al ser esta un arma que no domina, suele ejecutar este castigo por la épica, en estado de éxtasis, muchas veces fatalmente.
Nuestros medios de comunicación narran sin descanso historias de parejas finiquitadas con vecinos garantizando que no se explican los hechos, dado lo bien que aparentaban llevarse.
Muchas de las personas que están en mi corazón han sufrido de alguna manera, y en alguna medida algo de lo que aquí describo, y cuando me lo cuentan no puedo reprimir mi rabia, y esta reacción nunca es útil para ellas. No vale con sacar conclusiones únicamente analizando lo que ha sucedido, las consecuencias de toda una historia anterior. Con el tiempo uno aprende a valorar los hechos, analizando el origen de los mismos y los actores que en ellos intervienen.
Mi conclusión es que todo es producido por la ineptitud del agresor para integrarse con equidad en la relación de pareja. Esta ineptitud puede tener un carácter de fracaso económico, frustación física, desalienación social, pero todo desemboca indefectiblemente en culpar a su pareja de cualquier cosa, incluido lo que genera su ineptitud, con tal de ignorar su propia y muchas veces exclusiva responsabilidad.
La medicina no es otra que la separación absoluta y definitiva. Lo siento, sólo tengo esa.
Y curiosamente, son los pacientes los que advierten siempre al médico de las contraindicaciones y efectos secundarios de tal remedio.
Hay veces que el riesgo de la dolencia es tan grave, y las soluciones tan pocas, que hay que asumir los riesgos de la medicina.

2 comentarios:

  1. No sé qué comentarte. Se me amontonan un montón de sensaciones al leerte. Todas esas sensaciones están concentradas en mi pecho...

    Estoy de acuerdo contigo en la medicina, pero no siempre es fácil tomarla cuando los riesgos pueden caer en las personas que más quieres, porque desde luego que si los riesgos cayeran sobre la "enferma" directamente, está claro que merece la pena tomarte la medicina, cuanto antes mejor.
    ¡Qué difícil vivir enfema toda la vida e intentar aguantar el tipo!


    Puede que algún día...

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  2. Suerte para ti, El color del viento, espero que un dia te despiertes sana ;)

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