jueves, 3 de marzo de 2011

13 meses

Pasa el tiempo en silencio, pero no calla el alma.
No dejamos de sentir, de sufrir, disfrutar, observar y aprender.
Aprendí que con los superlativos no se llega lejos, que el tiempo es el maestro del sedimento, que las alegrías son efímeras y virtuales, que un plan no merece una vida, ni una promesa ni un anhelo la merecen.
Una cosa está clara: el éxtasis nos aleja de la reflexión. Y ese estallido de felicidad no suele permanecer mucho tiempo de forma continuada haciéndonos compañía como un perro fiel, incondicionalmente. De hecho una mañana descubriremos que se ha transformado en un dragón que con su acreedora lengua de fuego quiere quemar nuestro hoy.
Por lo tanto aprendamos a instalarnos sobre una discreta sensación de bienestar por completar, algo que no dispare sentimientos de envidia en nuestros próximos prójimos, y nos mantenga atentos a lo que aun no hemos aprendido.

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